El reencuentro del día de la madre, una voz que abraza.
- Vicente Martín López (Vizenzo)
- 4 may
- 1 Min. de lectura

Hoy, en el Día de la Madre, Reencuentro nos recuerda que el amor de una madre deja huellas profundas, invisibles pero imborrables. Adela, con su ternura silenciosa, no solo fue madre, también fue refugio, consejo, y ese abrazo que siempre esperó sin pedirlo. Aunque el tiempo la haya llevado a una residencia, su presencia sigue iluminando la vida de su nieta Ana, como lo hizo con su hija Carmen, aunque a veces cueste verlo.
En esta historia, como en tantas vidas reales, las madres no son perfectas, pero su amor —a veces callado, otras veces torpe, pero siempre presente— es el hilo que une a varias generaciones.
Y hoy también pensamos en las madres que ya no están. En las que dejaron su voz, sus gestos, sus historias en cada rincón del alma. Porque aunque ya no podamos abrazarlas, viven en cada recuerdo, en cada latido que nos hace sonreír o llorar.
Si tienes la suerte de tener cerca a tu madre o a tu abuela, no la dejes para después. Y si la distancia o el tiempo te impiden estar con ella, no subestimes la fuerza de una llamada. A veces, una voz, un “te quiero” o un “estoy bien” puede ser más que suficiente. Porque para una madre, saber que piensas en ella... lo es todo.
Hoy, regalemos nuestra voz. Llamemos. Hablemos. Escuchemos. Porque a veces, esa llamada es todo lo que necesitan. Y todo lo que recordarán.
Dedicada para la persona más extraordinaria del mundo, para ti mama.
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