Hoy el Duende se fue.
- Vicente Martín López (Vizenzo)
- 7 sept
- 2 Min. de lectura

Hoy el día llegó. Ese que nadie quiere que llegue, pero que la vida trae sin preguntar. Hoy el mundo ha perdido a un duende, pero su huella queda grabada para siempre en nuestros corazones.
Nació en la sierra de la Alpujarra granadina, entre cortijos y paisajes hermosos, en tiempos duros de posguerra y sin la compañía de una madre. Desde pequeño conoció la dureza de la vida, pero también supo llenarla de luz.
Era bajito, sí, pero su grandeza era tan inmensa como una montaña entera. Creció, luchó, trabajó sin descanso y se fue a Barcelona, donde levantó una familia y ayudó a todo el que lo necesitaba.
A su paso, siempre había sonrisas y saludos. Los niños lo querían, porque su forma de ser irradiaba ternura y magia. Era un duende en toda regla: alguien que convertía lo sencillo en extraordinario.
Yo aprendí mucho a su lado. Viví con él menos de lo que hubiera querido, pero cada momento fue un regalo. Su forma de ser no era un arte aprendido, era pura esencia: generosidad, bondad y cariño.
Hoy el duende se fue. Y aunque el mundo queda un poco más vacío, yo sé que su magia seguirá viva en cada recuerdo, en cada gesto de amor que nos dejó, en cada persona que tuvo la suerte de cruzarse con él.
Porque cuando un duende se va, no desaparece: se convierte en luz dentro de quienes lo amamos.
Gracias, duende mío… porque me enseñaste que la verdadera grandeza no está en lo que tenemos, sino en lo que dejamos en el corazón de los demás.
Siempre te quise y te querré estés donde estés.



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