El origen de Reencuentro: todas las historias que se quemaron y nunca fueron contadas.
- Vicente Martín López (Vizenzo)
- 23 jun
- 2 Min. de lectura

La verbena que nunca se apagó ya que hay noches que se quedan grabadas en la piel, no por lo que sucede, sino por lo que hacen sentir. En mi caso, hay una fecha que, aunque no forme parte de la tradición andaluza de mi familia ni del calendario oficial de la región castellano-manchega donde hoy dedico parte de mi tiempo, está grabada con fuego en mi corazón: la verbena de San Juan.
Cada 23 de junio, las calles de Terrassa se iluminan con bengalas, petardos, hogueras y abrazos. Desde que tenía 6 años, cuando por primera vez lancé un petardo con manos temblorosas y ojos brillantes, supe que esa noche no era como las demás. Y así, año tras año, fui creciendo con ella. A los 13 años, de forma no muy legal, empecé a trabajar vendiendo petardos durante dos semanas al año. Lo hice hasta los 23. No por dinero, sino por pasión. Por pertenencia.
Sabadell me dio raíces, Terrassa me hizo volar, aunque nací en Sabadell —ciudad a la que mi familia llegó desde Granada buscando un futuro mejor— mi infancia y mi alma se formaron en Terrassa. Es importante decirlo con claridad: Sabadell dio el pan y la dignidad a mis padres. Pero fue Terrassa la que me dio las alas. Allí descubrí a los diablos, las batucadas, el estruendo de las fiestas y el ritual mágico de lanzar lo viejo al fuego para nacer de nuevo.
El eco de las historias no contadas, y es justo ahí, en ese fuego simbólico, donde nace Reencuentro. Porque ¿cuántas historias se habrán quemado en las hogueras de San Juan sin haber sido contadas? ¿Cuántos amores prohibidos, cartas no enviadas, besos robados, promesas rotas? Esta novela no es solo ficción, es un homenaje íntimo a todo aquello que quedó por decir.
Adela y José, los protagonistas, también conocieron el calor de la verbena. Pero el fuego que los separó en su juventud no fue festivo. Fue un fuego silencioso, alimentado por rencillas familiares, prejuicios y decisiones impuestas. Ahora, en una residencia de ancianos, se reencuentran. Y con ellos, renace la historia que el tiempo quiso apagar.
La verbena de San Juan simboliza el renacer. Enciendes una hoguera, tiras lo que ya no sirve, y esperas que las llamas purifiquen tus miedos. Adela y José también se enfrentan a su hoguera emocional. Y tú, lector, al adentrarte en esta historia, también lo harás.
Hoy es un blog íntimo para quienes ya me conocen, no es una casualidad que este blog aparezca hoy. Quienes me siguen desde hace tiempo saben que siempre dedico unas líneas a los días que marcan mi vida. Este, sin duda, es uno de ellos. Y por eso necesitaba compartirlo de forma especial, íntima, sin adornos. Solo palabras y memoria.
Porque algunas historias no deben lanzarse al fuego... deben contarse.
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