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Sant Jordi en la residencia: Rosas que no se marchitan


En la residencia, los días suelen parecerse entre sí. Pero el 23 de abril tiene algo distinto. Tal vez sea el aroma de los libros que alguien deja abiertos sobre la mesa, o las flores que decoran con más cariño los rincones. Este Sant Jordi, sin embargo, fue distinto por una razón aún más especial: José llevaba una rosa en la mano... y un temblor en el alma.


Como se iba a acercando a su amada, el pensaba en su mente.:


"Nunca supe regalar flores. De joven le dejaba orquídeas en la ventana porque no me atrevía a llamarla. Hoy, con los años en la espalda, me atrevo... porque los miedos también se arrugan con el tiempo."


Cuando estaba justo al lado de Adela, le dice:


  • No sé si llego tarde... pero si una rosa puede hacerte sonreír, entonces he llegado justo a tiempo" - dijo, sin dejar de mirarla.


Mientras Adela, levantó la vista, observo la rosa y a José, todo era demasiado para un sólo instante. Pero no decía nada. Recibió la flor como se recibe algo sagrado: con lentitud, con emoción contenida, con un nudo en el pecho que no sabía si era alegría, o nostalgia.


Después de unos segundos, se incorporó y metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta. Sacó un pequeño papel, doblado tantas veces que parecía llevar décadas esperando este momento.


  • "Yo no tengo jardín, José... pero tengo palabras. Y durante todos estos años, cada primavera, le leía esto a una rosa imaginaria. Hoy por fin...te lo puedo leer a ti."


Y entonces, con voz baja pero clara leyó:


"Si el tiempo fue distancia,

y el silencio nuestro error,

que esta rosa traiga paz

donde un día hubo dolor.

Porque el amor, José , no se cansa,

solo espera con fervor,

Y aunque la vida separa,

lo que el alma no olvidó,

hoy, en esta tarde clara,

mi corazón te volvió,"


Cuando terminó, no dijo nada. sólo le tendió el papel. No era solo un poema, era una confesión. Un regalo. Una rendición.


Mientras Adela, pensaba.:


"Tantas veces soñé con este momento que ahora me duele pensar que es real. Pero si lo es... si él aún me guarda en su memoria... entonces todo lo que esperé, todo lo que dolió, ha valido la pena."


Por eso hay rosas que se marchitan al caer la tarde y hay otras que florecen cuando menos se espera, como esa, que nació entre dos almas que nunca dejaron de buscarse.


En este Sant Jordi, Adela y José nos recuerdan que hay palabras que sanan, flores que dicen lo que el silencio calló... y amores que no conocen el olvido.




 
 
 

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